QUE ES UN RESTAURADOR

El restaurador es un investigador, un crítico, un científico que trabaja con las obras de arte. Éste debe desarrollar una forma de pensar y un método para hacer más fácil el trabajo, consiguiendo mayores satisfacciones ya que el método lo que hace es indicarnos sucesivamente los pasos que hay que seguir. Un error que se comete con frecuencia es el de la improvisación, siendo muy frecuente el cometer errores y saltarse aspectos importantes, sin detenerse a pensar o a reflexionar, dejándose llevar por el deseo de ponerse manos a la obra y ver pronto el resultado final. Se ha de estar en continua evaluación con el trabajo que hemos realizado evaluando el progreso que hemos obtenido. Para evitar estos problemas, un restaurador ha de tener unos hábitos, unas actitudes y unos métodos. Ante todo su actitud mental ha de ser curiosa e indagadora, siempre ampliando sus conocimientos, con capacidad de investigación llevándonos a ser competentes técnicamente sin olvidar una buena formación académica que es la base de la que ha de partir cualquier buen restaurador.

La reflexión, y el cuestionarlo todo es otro de los hábitos que se deben adquirir en un restaurador, saber porqué usamos un método y no otro, el por qué de todo. Se ha de reflexionar y enjuiciar críticamente el proceso de nuestro propio trabajo, es por ello que se ha de escribir y recopilar toda la información posible sobre la obra de arte que estemos trabajando, por este motivo y también por si fuera necesario el uso de ésta por otro restaurador ante futuras intervenciones. Se debe de tener muy claro cuál es el objetivo que perseguimos y cuáles los pasos a seguir pudiendo en todo momento alterar el orden de éstos, sobretodo en el caso de las intervenciones complejas y largas.

Quizá la parte más complicada en el trabajo de un restaurador es el de tomar decisiones, y esto suele ocurrir con bastante frecuencia, ante las diferentes opciones posibles teniendo claro que no hay una única receta magistral, cada obra de arte es diferente y necesita por tanto un tratamiento específico a su problema. Incluso en este mar de dudas en el que viajamos se extrae un parte positiva que nos hace enriquecer nuestro conocimiento y el aceptar la correcta entre las diversas opciones aumenta nuestro conocimiento. Se ha de tener un gran respeto y responsabilidad por la obra de arte con la que se está trabajando y tener en cuenta que lo que le practiquemos va a condicionar su futuro y a alterar su pasado, es por ello que, otra de las facetas importantes de un restaurador es la de la humildad, prudencia y evitar el exceso de confianza que puede terminar con la integridad de la obra de arte.

Es de suma importancia el saber trabajar en equipo, incluso cuándo se está solo ante una obra se necesita el apoyo de otras disciplinas como la fotografía, química, historia del arte etc. Todos estos hábitos se desarrollan ante todo teniendo un gran amor por el oficio de la restauración, el gusto ante la perfección, la paciencia y las cosas bien hechas en cada uno de los procesos de nuestro trabajo, conociendo la obra, investigando sobre ella, documentándonos, indagando en su pasado para darle un presente que se aleje lo menos posible de éste. Hay una gran diferencia entre producir objetos y restaurarlos; un buen restaurador ha de conservarlos, no crear nuevos.

En suma, el oficio de restaurador es una labor compleja y minuciosa, que exige una gran dedicación, paciencia, respeto, capacidad de estudio e investigación, toma de decisiones, pero, sobre todo, un amor desmedido por la obra de arte que se vaya a restaurar.

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